Pocas cosas marcan tanto en la vida como la lactancia materna. Es una marca profunda pero suave, como una caricia. Es un camino de aprendizaje que nos hace volver atrás en el tiempo, un tiempo en que no se hablaba de lactancia, no se decía cómo ni cuando, un tiempo donde los seres humanos eran libres como el resto de los seres y escuchaban a su instinto. Mucho hemos cambiado desde entonces, hemos mejorado en algunas cosas, otras...tenemos que trabajarlas. Pero la lactancia ha seguido siendo como era: un bebé que nace, una madre que lo acompaña. Nuestra fisiología de mamíferos es un intrincado y complejo sistema que lleva millones de años perfeccionándose. Una maquinaria hermosa a la que hemos dejado en la sombra durante un tiempo ciertamente corto (en comparación con los años que llevamos en el planeta). En este periodo corto hemos aprendido de los errores, un bebé necesita los brazos de su madre, un bebé necesita estar piel con piel, un bebé espera leche materna, un bebé no tiene vicios ni costumbres, un bebé simplemente es.
Este viaje nos ha servido a muchas de nosotras para sacar lo que nuestras madres a su vez nos dejaron a nosotras, lo aprendido, lo vivido. Algunas cosas se deben perdonar, otras aprender de nuevo. Pero las mujeres que nos encontramos en el camino nos miramos de forma distinta cuando hemos alimentado de nuestros propios cuerpos. Quizás seamos más afines, o seamos más empáticas, no lo sé pero la mirada es otra.
Este despertar me ha servido tanto que no puedo hacer otra cosa que agradecer ser mujer, tener pechos, tener útero, albergar vida. Agradezco a mi madre y a todas las mujeres el esfuerzo nacido del amor por criar a sus hijos.
Este humilde texto queda a vuestra disposición en una semana que celebra la Lactancia Materna. Participa en esta semana con tus post, tus fotos, dudas, comentarios con los #hashtag #SemanaLactancia #DiaLactancia.