Durante todo el embarazo, casi desde el principio, estuve segura de que quería un parto natural. Por natural quiero decir, no instrumental, un parto donde YO decidiera. Esto puede parecer una tontería para mucha gente, un parto es un parto y el médico sabe "qué es lo mejor". Pues bien, yo sabía que en cualquier caso, lo mejor para mi y para mi bebé era decidir por mi misma. Por eso me puse manos a la obra y comencé a buscar información sobre la fisiología del parto, ejercicios, yoga, meditación, música ..Me encontré con un sin fin de recursos útiles para llevar a cabo la labor del parto. Pues bien, durante este periodo me apunté a clases de yoga prenatal con Eva, la que más tarde sería mi doula. Las clases han sido muy útiles y enriquecedoras, he conocido muchas otras mamas, cantidad de historias y sobre todo he aprendido a manejar mi cuerpo a medida que iba cambiando. Tenía claro que no quería episetomía (incisión con el bisturí en la zona perineal para facilitar el expulsivo) si no era necesaria, que no quería epidural, que quería decidir mi postura y quien me acompañaría....
Mi compañero y yo decidimos que sería una doula quien me acompañaría en el momento del parto y también antes y después del mismo (como es lo normal). En las reuniones con ella pudimos comentar todas las dudas y miedos que nos iban surgiendo a ambos y pudimos elaborar un plan de partos. Esto último resulta muy útil para poder dejar por escrito nuestros deseos y entregar en el momento de la hospitalización. También decidimos dónde sería el parto ya que por fortuna en España esto se puede decidir.
Los meses iban pasando, los dolores de espalda, acidez, cambios de humor y demás se acentuaban sumado al calor del verano madrileño y la falta de vacaciones, hacían de las últimas semanas algo bastante pesado y agotador. En la semana 38 acudo al tocólogo para ver cómo va todo. Nur seguía de nalgas, en la ecografía la doctora ve algo raro, algo que durante todo el embarazo no se había visto: tengo un útero bicorne. Esta extraña malformación presenta un útero partido en dos, en forma de corazón. La niña tenía un tabique delante de la cabeza que la impedía darse la vuelta. Por mucho que quisiera no podía girar, a si que tocaba decidir si un parto por podálica o programar una cesárea. Después de mucho hablar con la doula y la tocóloga llegamos a la conclusión que un parto por podálica entrañaba un riesgo que no queríamos asumir, además que no todas las matronas y personal están entrenados para traer al mundo un bebé de nalgas. Lo de programar la cesárea no lo veía claro, prefería esperar a que Nur quisiese venir al mundo.
El día 5 de Noviembre, a 10 días de salir de cuentas, empiezo a notar unos dolores y acudo al hospital por recomendación de la tocóloga, era mejor actuar rápido por si la niña rompía la bolsa y sacaba un pie fuera...Voy al hospital y me dicen que no estoy de parto, pero que dadas las circunstancias y dado que la niña ya tenía buen peso podían practicarme una cesárea esa misma tarde. Se he hizo un mundo, no solo no podría tener un parto natural sino que además iba a traer a Nur antes de que ella quisiera. Pero no podía más el cansancio hacia mella en mi.
Comienzan las llamadas, primero a mi compañero, a mi doula y a mi padre. Eva, la doula, acude en 30 minutos y me acompaña antes de entrar en quirófano. Tenia que permanecer en ayunas 5 horas antes de que me inyectaran la epidural; estaría consciente durante el parto pero no sentiría dolor. Me preguntar por mi acompañante, les explico que será Eva y no me ponen ninguna pega. Llega mi compañero y mi padre y abuela, me despido de todos, llega el momento de pasar a quirófano. Eva se viste para entrar en el quirófano, les dejo a todos atrás.
Presentaciones del equipo médico etc...el anestesista me comenta que no puede entrar Eva, dice que como mucho mi "marido", le digo que está bien ( no tenia ganas de discutir en medio de este momento), cuando mi compañero se dispone a entrar, le cierran la puertas del quirófano en las narices...estaría sola en mi parto. Por fortuna la matrona era una muchacha muy maja y hizo su trabajo lo mejor que pudo. Ya no sentía las piernas, noté todo lo que me hacían, las lágrimas me corrían por las mejillas sin parar, estaba muy nerviosa, me costaba respirar, me ponen oxígeno. Así estaba yo, encima de la mesa de operaciones con los brazos en cruz, rodeada de instrumentos quirúrgicos de cables y tubos. Nada parecido a lo que imaginé sería ese momento. Noto un fuerte tirón y de repente, un llanto. Ya estaba aquí.
A las 17:00 Nur llegaba al mundo con 3,240 gramos de peso, 46 cm y unos ojos que iluminaron mi vida para siempre. Me la colocan cerca de la cara para que la de un beso, era hermosa, era grande, era mi hija. Se la llevan a una camilla para limpiarla y ver que estaba bien. Yo miraba hacía atrás con el cuello casi girado por completo, no podía parar de llorar. Estaba feliz, pero estaba asustada. Hacía mucho frío, la matrona decide con mi consentimiento llevarse a Nur a hacer piel con piel con mi compañero. Yo no podía tenerla conmigo en reanimación. Fueron las dos horas y media más largas de mi vida, sabía que la nena estaba con mi familia, pero quería verla, quería abrazarla.
Pasadas las dos horas me llevan a mi habitación y desde entonces no me he separado de ella. La primera gran lección que me ha dado mi hija, que me ha dado la vida ha sido que NO PUEDO CONTROLARLO TODO, QUE LAS COSAS NO SIEMPRE SON COMO UNA QUIERE. Sigo acordándome mucho de ese día, nunca se me va a olvidar. Espero que a las que tengáis un proceso vital parecido os sirva mi historia. Sera como sea un parto lo importante es acompañar a nuestros bebés, sentirnos respetadas y acompañadas en todo momento. Eso es lo más importante. Nosotras parimos, nosotras decidimos, aunque a veces por desgracia sea la naturaleza la que elija por nosotras.
Salud!
RGC